la primera caricia que no recordamos,
el sol poniéndose con aquel amor primigenio,
cuando el rubor no nos era ajeno.
Hoy pensando y recordando me siento extraño,

no por la falta de cabello,
ni por mis canas, tal vez reflejo de mis años.
Sé que está ahí el niño,
pues chapoteo en los charcos,
mirando enrededor,
por vergüenza a los que están mirando.
Percibo al adolescente cuando escribo,
ingenuo, soñador, a veces altivo,
deseoso de ser inmortal,
a través de sus palabras sin más.
En los pliegues de mis sentidos,
en mis movimientos alocados,
en mis poemas trasnochados,
en mi día a día caminando.
El tiempo no nos podrá quitar,
lo vivido y aprendido,
tomando las riendas de nuestro destino.
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