Furtivamente, como la lágrima de un recuerdo, salió de la casa con el viento dibujando sobre su cara, sabiendo que ése sería el día, segura de que en otras manos morirían sus lamentos transformándose los llantos en jadeos.
Furtivamente, como el ladrón de cientos de cuentos, escuchó alejarse los taconeos, sabiendo que con ellos aparecería el olvido por completo, seguro de su transformación de ligera brisa de paso en tifón.
Como un árbol se deshoja antes de su renovación, así fue dejando caer cada prenda regalando a cada recuerdo un adiós.
Como un puzzle donde todas las piezas son importantes, él fue vistiéndose tratando de ser un todo, permaneciendo impasible al cerrar su cazadora con un perdón.
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