Veinticinco años de matrimonio en los tiempos que corren no es algo común, así que, motivo de más para una celebración especial. En el maletero llevaba todo lo necesario, flores, comida de catering para no tener que cocinar, un pendrive con música que recogía momentos especiales que darían motivo para tener tema de conversación si por la razón que fuera se hacía el silencio, incluso champán francés, que nunca habían probado, y una fotografía montaje del transcurso de los años para ambos.
Como se trataba de una sorpresa, pensó en montar la mesa en la planta baja de la casa. Una vez todo preparado, incluso había puesto un ambientador con olor a lavanda (que le encantaba a ella); subió a la planta de arriba para ducharse, afeitarse y "perfumarse".
Subió la escalera silbando la canción "City of Stars", al abrir la puerta de arriba le pareció oír ruiditos extraños, entró sigilosamente para sorprender a quien se hubiera atrevido a entrar en la casa; sin embargo, los ruiditos ya no eran tales, eran... ¿jadeos, palabras obscenas, el sonido de vibradores?. Incrédulo se quedó paralizado, el corazón latiéndole tan rápido que se oía sin poner el oído en el pecho, se dejó resbalar por la pared hasta quedarse sentado en el suelo, escuchando, culpabilizándose,
culpándola, culpándole. Cada risa le recordaba otros momentos, ya perdidos y olvidados hasta ese instante; cada solicitud o cambio de posición deshinibida (así lo imaginaba él) le dolía porque no se creía merecedor de esa traición, no por el acto físico en si, no por las posibles variantes a las que se hubiese ofrecido, no; era por su asociación de que las caricias, miradas, risas o sonrisas eran una manera de transmitir las emociones.
¿Cuanto tiempo hubo de soportar la situación? Quien sabe, a él le pareció algo eterno (entre nosotros... sólo fueron veinte minutillos que juventud y experiencia son inversamente proporcionales).
Se abrió la puerta súbitamente, resplandeciente en sus 50 (al menos eso le pareció a él), su mujer, quien al verlo, lejos de sonrojarse le escupió a la cara... "¿Qué coño haces aquí a estas horas?".
- Es nuestro 25º aniversario y tenía prep.. - empezó diciendo asombrado de estar justificando su llegada y no preguntando qué pasaba... -
- Sería la primera vez que celebramos nuestro aniversaario, no sé a cuento de qué tienes que prepararlo ahora - dijo ella sin dejar que él abriese el pico. - espero que hayas traído suficiente comida, tenemos un invitado - dijo sin importarle cuanto tiempo había estado él parado frente a la puerta.
- No pensé que estuvieramos tan mal, cierto que habíamos caído en una cierta rutina y eso pretendía remediar empezando por nuestro aniversario, como si se tratase de un renacimiento de nuestros sentimientos.
- Déjate de coñas, lo nuestro no tiene remedio hace días - siguió ella con sus escupitajos verbales.
- Si tan mal creías estar, haber pedido el divorcio y no hacer... lo que hayas hecho.
- Qué insinúas? Venga, te huevos por una vez y dí algo, que tienes sangre de horchata, venga, dime zorra, puta, golfa... ! Atrévete ¡ - dijo altanera dándole empujones en el pecho... y siguió reprochando y reprochando hasta que un reproche desapareció en el aire antes de tomar forma, pues él trastabilló cayendo por el balcón, no si antes, por puro instinto, agarrarse del albornoz de ella, arrastrándola consigo, de manera que acabaron en el suelo con gran parte de los huesos rotos.
Ella susurró... "Llama a una ambulancia", mientras él esbozando una sonrisa amarga dijo para sí... "Excelente celebración de 25 años de casado" y emitió una pequeña carcajada antes de desmayarse.
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