Un día caluroso, como cientos de días de primavera / verano anteriores, bajaba Ernesto por el camino que llevaba desde la casa de sus padres en el pueblo, hasta el huertecillo que cuidaba Andrés -su padre-. Ya desde el inicio del camino le vió ir de un árbol a otro, y de éste a una mata (quizás de patatas, qué sabía Ernesto de plantas...); sin saber porqué, no podía apartar la mirada del ir y venir de Andrés en el pequeño espacio más parecido a un vergel que a un humilde huertecillo. Con cada paso, un nuevo detalle rebelador; Andrés parecía mimar cada una de las plantas tratándolas con delicadeza pero firmemente, ahora quitando hojas muertas como si de pequeños animalitos se tratase, ahora horadando la tierra como queriendo ayudarla a ser partícipe del crecimiento de las plantas... y antes de llegar, vió como Andrés se sentaba en un pequeño banco de piedras junto a un árbol y contemplaba el "recreo" de las plantas con los pequeños insectos que pululaban.
- Hey, padre, ¿te encuentras bien?-dijo Ernesto agitando la mano.
- Si hijo, no me pasa nada más que la edad.- dijo Andrés esbozando una media sonrisa, dulce y en modo alguno amarga.
- Si siguen creciendo las plantas así, vas a alimentar a medio pueblo - dijo Ernesto mientras observaba como cambiaba la cara de Andrés al ir a arrancar un pequeño tomate.
- Todavía no están listos, te hará mal Ernesto.
Ernesto se sentó cerca de Andrés sin restarle parte del panorama, y charlaron de cosas sin mayor trascendencia, hasta que de repente y a colación del comportamiento de los nietos, Andrés dijo...
- Sabes? la función de los padres es guiar a los hijos, todo el mundo quiere equivocarse por si mísmo y no por lo que los demás les digan; sin embargo, al igual que en otras épocas y por otros medios, las influencias externas son tantas e interesadas que los caminos se tuercen con facilidad.
Esa manera de explicarse de Andrés, Ernesto todavía no acababa de entenderla, siempre le había resultado curioso como Andrés podía ser escueto, poco claro aunque pasados los minutos lo que había dicho anteriormente te volvía a la cabeza con su significado exacto. En esta ocasión no resultó así porque Andrés se extendió en su explicación...
- A estos niños siempre les ha faltado algo, no sé, tal vez cariño...
- Padre, que yo he estado constantemente ahí, con sus deberes, sus juegos... -empezó a justificarse Ernesto.
- No hijo, no te justifiques, ese cariño o atención al que me refiero es al de la madre, los hijos independientemente de lo buena o mala que sea una madre, siempre buscarán su aceptación, tal vez por el lazo que les une desde que están en la tripa; y cuando no sucede así, buscan la aceptación en otros lados, en muchas ocasiones equivocadamente. - suspiró - Ya te he dado el tostón suficiente, anda, échame una mano ya que estás aquí, y apilemos esos trozos del árbol que partió un rayo.
Ernesto y Andrés subían por el camino, Ernesto con toda la espalda de la camisa empapada, Andrés con sudor apenas en la frente.
- Errar y Recordar - dijo casi en un susurro Andrés.
Y Ernesto sonrió... "Cuando me esté lavando la cara seguro que me llega la inspiración a esta sentencia".
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