Rencor.
Y sucedió.
Casco puesto y el motor calentándose mientras se pone los guantes. Una mujer camina por la acera.
-¿Estrella?.
Giro rápido de ella coincidiendo con el quitarse el casco él.
- Anda, que casualidad.
Y entre cortado y té de jazmin se pusieron al día de sus vidas; un par de besos en las mejillas, intercambio de teléfonos por cortesía y cada uno a su siguiente quehacer.
A la hora de la cena.
- ¿Sabes? me he encontrado con Estrella.
- No me hables de esa zorra. Bastante tuve mientras fuisteis compañeros de trabajo .- dijo ella levantando mucho la voz, casi gritando, y con gestos bruscos de sus manos - ¿qué, ya te ha vuelto a tirar los tejos?.
- Ni lo hizo en el pasado ni lo ha hecho hoy.- Dijo sosegadamente - simplemente que coincidimos en muchas cosas sobre preparación física y...
Su frase no acabó pues ella se giró bruscamente.
- Me voy al cuarto, se me han quitado las ganas de cenar.
El no supo qué decir, se quedó como un pasmarote con los platos en la mano.
Tiempo despues, ya divorciado y sin venir a cuento: "Llámala, quedamos y hablamos los tres, verás como es una chica simpática, extrovertida, pero que está muy bien con su novio y no va buscando nada". Esta respuesta es la que había tenido que darle en aquella ocasión, pero en su momento creyó que lo mejor era dejar correr el agua; sin darse cuenta de que esa sombra de duda seguiría creciendo, como así sucedió.
Que el rencor consume todo al igual que una sombra que se alarga antes de que el sol llegue a su plenitud, lo sabemos todos; y aún así, dejamos que se vaya haciendo un huequito.
Que todos tenemos el derecho de mostrar enfado, está bien. ¿No es esa una manera de pulverizar el rencor?; pero para ello hay dos premisas a seguir, la primera es que debe ser ajustado a lo que provocó el enfado, de lo contrario se inunda de rencor al contrario; la segunda es que tras el enfado inicial se debe buscar un acuerdo, una solución, que sirva para cerrar en firme la herida causada.
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