Esa presión en el pecho,
esas palabras atragantadas,
las lágrimas acumuladas,
la tensión arrastrada que no da paz ni siquiera calma.
Esos reproches nunca utilizados,
la sensación de no haber dicho lo deseado,
hijos crecidos con ideas propias,
sin ser conscientes del daño provocado.
Sentimientos, roces deseados no aceptados,
caminar ciego por el camino de la confianza,
hasta saltar por el precipio de los testimonios falsos,
Una mano apretada contra el pecho,
en la otra una caricia propia
deja que salga la congoja,
entre sábanas confidentes y mudas.
Amistades lanzando mentiras como si de flores se tratara,
el ingenuo respira profundo poniendo la otra mejilla,
batallar no es necesario ante una causa perdida.
Un atillo, lleno de promesas, ilusiones, mentiras, verdades...
todo lo que pesa, y como ancla que son,
al centro del lago del olvido o el perdón,
es lanzado naciendo una sonrisa, esperanza de un mañana mejor.
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